La práctica de la oración activa
La oración activa, una aspiración extraída de las Escrituras para nosotros en la vida diaria, es corta, generalmente de seis a doce sílabas. El decir de las sílabas está sincronizado con el latido del corazón. Mientras que a algunas personas les gusta usar una variedad de aspiraciones para este propósito, es más fácil trabajar una sola aspiración en el subconsciente. La gran ventaja de esta práctica es que eventualmente se convierte en una “cinta” similar a las “cintas” que acompañan las emociones perturbadoras de uno. Cuando esto ocurre, la aspiración tiene el notable efecto de borrar las viejas cintas, proporcionando así una zona neutral en la que el sentido común o el Espíritu de Dios pueden sugerir lo que se debe hacer.
La oración activa tiene que repetirse una y otra vez en los momentos libres para trabajarla en el subconsciente. Las viejas cintas fueron construidas a través de actos repetidos. Una nueva cinta se puede establecer de la misma manera. Puede llevar un año establecer la oración activa de uno en el subconsciente. Entonces surgirá espontáneamente. Uno puede despertarse diciéndolo o puede acompañar los sueños.
Realice esta práctica sin ansiedad, prisa o esfuerzo excesivo. No te culpes por olvidar decirlo algunos días; solo comienza de nuevo. No debe repetirse cuando su mente está ocupada con otras cosas como conversación, estudio o trabajo que requiera concentración.
Ejemplos de oración activa:
Oh Señor, ven en mi ayuda.
Señor, aumenta mi fe.
Oh Dios, apresúrate a socorrerme.
No se haga mi voluntad sino la tuya.
Santa María, Madre de Dios.
Venga tu reino, hágase tu voluntad.
Permanece en mi amor.
Abre mi corazón a Tu amor.
Mi Dios y Mi Todo.
Jesús, mi luz y mi amor.
Jesús mío, misericordia.
Que mi ser te alabe, Señor.
Te pertenezco, oh Señor.
Nuestra ayuda está en el nombre del Señor.
Abre mi corazón a tu amor
Espíritu Santo, ora en mí.
Señor, me entrego a ti.
Señor, haz conmigo lo que quieras.
Señor mío y Dios mío.
Habla Señor, Tu siervo escucha.
Bendice al Señor, alma mía.
A ti, oh Señor, elevo mi oración.
Extraído de Thomas Keating, Mente abierta, corazón abierto